Médicos Sin Fronteras (pa los no-francoparlantes) es una asociación no gubernamental que surgió en Francia en 1971, con la excelente y políticamente correcta idea de que todos los seres humanos (sin importar olor, apariencia, escolaridad o poder adquisitivo) tenemos derecho a la asistencia médica.
Algo así como lo que el Grupo Ángeles hace en México, pero sin letritas chiquitas. ¿Cuáles? El mero hecho de respirar el aire aquí contenido, implica honorarios médicos.
De acuerdo a una búsqueda poco exhaustiva por la red, no existe dicha organización en nuestro país. Pero aquí no nos hacen falta. No porque no haya comunidades separadas de la mano de dios, o porque no haya necesidad, o porque haya servicios médicos pa echar pa arriba. No.
Aquí tenemos nuestras versiones clandestinas de médicos sin fronteras. No portan uniformes, ni son sofisticados, ni llegan a tanto como para regalarte los medicamentos; pero existen. Me explico:
El jueves pasado me comenzó a doler la garganta. Basado en experiencias previas compré el medicamento siempre recetado: Eskaflam. Las molestias continuaron y el viernes decidí llamar a mi médico (entiéndase mejor amiga, pero médico de profesión), quien se encontraba fuera del país y me recetó a larga distancia. Compre la medicina y no sentí mejora. Por tanto, Nil sugirió que comenzara a tomar lo que su madre suele recetarle a ella. Pacientemente respondí que prefería quedarme con la receta profesional.
El sábado, mi paciencia se agotó debido al malestar y accedí tomarme una pastilla de Masferol. Después de un par de esas y un sábado pésimo tirado en cama, mi madre sugirió comprar Vick y que Nil me diera el siempre bien ponderado "apapacho que alivia"; y para bajar la fiebre, un remedio casero: frotar alcohol en el cuerpo.
El domingo, aún severamente enfermo, la madre de Nilbia aconsejó cambiar de medicamento a Ambroxol y, por las noches, tomar Anti-flu Des.
Hoy, martes, llego a la oficina y mi nueva compañera me sugiere inyectarme una cosa llamada sinovit o algo así, combinado con no se qué cosa con olor a eucalipto. Por la tarde, en la farmacia, un colega recomienda el Tabcin 500, junto con no sé que otra cosa.
A las 6:59 parece que voy mejorando. Y, por si mi punto no ha quedado claro. La mayoría de las personas que me rodean supongo que pertenecen a esa organización clandestina de médicos sin fronteras. Todos me ven mal y se compadecen, me dan receta no escrita y me dan consejos para sentirme mejor. Todos (para mi sorpresa) conocen los nombres científicos de las sustancias activas y la mejor forma de combinarlas, así como los intervalos de tiempo en los cuales hay que tomarlas y todos -también- acreditan o desacreditan el diagnóstico anterior.
Yo lo único que sé, es que la mejor cura contra la gripa es el apapacho. Y así lo exigo. Y en las noches, ahora, me siento mejor.
Algo así como lo que el Grupo Ángeles hace en México, pero sin letritas chiquitas. ¿Cuáles? El mero hecho de respirar el aire aquí contenido, implica honorarios médicos.
De acuerdo a una búsqueda poco exhaustiva por la red, no existe dicha organización en nuestro país. Pero aquí no nos hacen falta. No porque no haya comunidades separadas de la mano de dios, o porque no haya necesidad, o porque haya servicios médicos pa echar pa arriba. No.
Aquí tenemos nuestras versiones clandestinas de médicos sin fronteras. No portan uniformes, ni son sofisticados, ni llegan a tanto como para regalarte los medicamentos; pero existen. Me explico:
El jueves pasado me comenzó a doler la garganta. Basado en experiencias previas compré el medicamento siempre recetado: Eskaflam. Las molestias continuaron y el viernes decidí llamar a mi médico (entiéndase mejor amiga, pero médico de profesión), quien se encontraba fuera del país y me recetó a larga distancia. Compre la medicina y no sentí mejora. Por tanto, Nil sugirió que comenzara a tomar lo que su madre suele recetarle a ella. Pacientemente respondí que prefería quedarme con la receta profesional.
El sábado, mi paciencia se agotó debido al malestar y accedí tomarme una pastilla de Masferol. Después de un par de esas y un sábado pésimo tirado en cama, mi madre sugirió comprar Vick y que Nil me diera el siempre bien ponderado "apapacho que alivia"; y para bajar la fiebre, un remedio casero: frotar alcohol en el cuerpo.
El domingo, aún severamente enfermo, la madre de Nilbia aconsejó cambiar de medicamento a Ambroxol y, por las noches, tomar Anti-flu Des.
Hoy, martes, llego a la oficina y mi nueva compañera me sugiere inyectarme una cosa llamada sinovit o algo así, combinado con no se qué cosa con olor a eucalipto. Por la tarde, en la farmacia, un colega recomienda el Tabcin 500, junto con no sé que otra cosa.
A las 6:59 parece que voy mejorando. Y, por si mi punto no ha quedado claro. La mayoría de las personas que me rodean supongo que pertenecen a esa organización clandestina de médicos sin fronteras. Todos me ven mal y se compadecen, me dan receta no escrita y me dan consejos para sentirme mejor. Todos (para mi sorpresa) conocen los nombres científicos de las sustancias activas y la mejor forma de combinarlas, así como los intervalos de tiempo en los cuales hay que tomarlas y todos -también- acreditan o desacreditan el diagnóstico anterior.
Yo lo único que sé, es que la mejor cura contra la gripa es el apapacho. Y así lo exigo. Y en las noches, ahora, me siento mejor.
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