Wednesday, September 27, 2006

Oestrogène pipelette

Dícese de aquella persona de sexo femenino caracterizada por cambios de humor constantes, arranques repentinos de locura, inestabilidad emocional, alteración desorbitante, llanto frecuente y un parloteo sin fin.

A simple vista es imposible identificarles. Pero al cabo de unos días -o semanas- de constante comunicación, la 'oestrogène pipelette' presenta un patrón de conducta fácilmente reconocible.


Instrucciones para identificar una 'oestrogène pipelette' (3 versiones):

Versión I
1. Emita usted un halago, piropo, o su similar, acerca de la belleza de la posible 'oestrogène pipelette'.
2. Permanezca en silencio.
3. Si ella responde: ¡Ay, ¿y ahora por qué me dices eso? Que molesto!... entonces
Ella es una 'oestrogène pipelette'.

Versión II (después de la versión I)
1. Omita usted cualquier halago, piropo, o su similar, acerca de la belleza de la posible 'oestrogène pipelette'.
2. Si ella dice: ¡Ay, ¿y ahora por qué no me dices nada? Que molesto!... entonces
Está ud. frente a una 'oestrogène pipelette'.

Versión III (después de I y II; nunca falla)
1. Emita ud. un mínimo comentario sobre el arreglo físico de la posible 'oestrogène pipelette'.
2. Si ella es una 'oestrogène pipelette', no debe ud. guardar silencio durante los siguientes 30 minutos. Si lo hace, aténgase a las consecuencias.
3. En caso de que ella no sea una 'oestrogène pipelette'… mmm… seamos honestos: ¡¡¡esa posibilidad no existe!!!


Esp: estrógeno parlanchín.

Thursday, September 21, 2006

Quejas y reclamos

Llega una mujer con aire indigenista a la librería donde ahora paso parte de la noche. Digo indigenista porque viste uno de esos vestidos largos que venden en los mercados (y que me recuerdan a mi madre), lleva un chal color gris y una trenza larga con listones de colores varios a manera de corona sobre la cabeza. Es una de esas personas que uno llamaría 'ridícula' sino fuera por marcos, el ez, el reclamo indigenista y la corrección política.

La señora -indigenista y ridícula- se dirige a la zona de la librería dedicada a los discos. Toma un par de audífonos, comienza a escuchar. Solicita al joven atento de dicha sección una silla. El joven la trae. Ella se sienta. Vuelve a poner los audífonos sobre su cabeza (estorbados por la corona ridícula) y escucha. Pero no le basta con solo escuchar. Grita: ¡Extraordinario! ¡Fabuloso!

La señora -indigenista, ridícula y escandalosa- lleva 40 minutos escuchando un disco y obliga al amable joven a cambiar de disco.

La señora -indigenista, ridícula, escandalosa y exigente- me sonríe.

La señora -indigenista, ridícula, escandalosa, exigente y fea- se ofende.

La señora -indigenista, ridícula, escandalosa, exigente, fea y ofendida- se larga.

... los besos de extraños nunca son bien recibidos.


Bebo y Cigala de fondo. ¿Cómo puede un lamento ser tan melodioso?


Llega una mujer un tanto despeinada (de esas que suelen visitar bibliotecas y librerias) al mostrador, perceptiblemente molesta. Se planta frente al cajero.

MD: Joven: hace como 3 semanas vine y compré este libro.
J: Sí señora.
MD: El problema es que al libro le faltan 13 páginas.
J: Señora, seguro fue una mala broma del editor. ¿Las hojas faltantes son del principio o del final del libro?
MD: ¿¡Cree ud. que si las hojas fueran del principio, habría yo tardado 3 semanas en venir!?
J: Señora, yo no soy nadie para juzgar la velocidad de su lectura. Pero dígame, ¿qué quiere que hagamos?
MD: ¿Cómo que qué quiero que hagan?
J: Pues sí señora. Podríamos escribir las páginas juntos. ¿Me deja ver el libro? No me dijo si las páginas faltantes son del final.
MD: Mire joven, no se haga usted pendejo y cámbieme mi libro.
J: Señora, no me hago pendejo, y no le puedo cambiar el libro, porque está muy maltratado. Por eso necesito saber si las páginas eran del principio o del final.
MD: Joven, a usted le vale madres si las páginas estaban en el principio, en el final, en el medio o intercaladas. Si eran pares o nones. Si estaban juntas o separadas. Con un carajo, ¿eso qué importa?
J: Señora, le pido que deje de maldecir y se controle...
MD: Soy de Veracruz y estoy emputada!
J: Señora, yo soy de Sonora y me estoy emputando!
MD: Bueno, bueno, está bien. Tiene ud. razón. ¿Por qué es tan importante si las páginas faltantes son del principio o del final?
J: Mire señora, si las páginas son del principio, entonces el faltante es mínimo y podemos dar por terminada la conversación. Si las páginas son del final, entonces puede ser que el autor decidió terminar ahí el libro. En ambos casos, me sorprende que ud. tenga la certeza de que al libro le faltan exactamente 13 páginas. ¿Ya lo había leído antes, o cómo llegó a esa conclusión?
MD: Mmmm... tiene ud. razón. No había pensado en eso. Pero no. Las páginas que faltan están intercaladas.
J: ¿Y cómo sabe que son 13? ¿Es usted supersticiosa?
MD: Por que las conté. Estúpido.
J: Señora, otra vez me está agrediendo.
MD: Soy de Veracruz!!!
J: Y yo de Sonora.
MD: Bueno ya, me va a cambiar el libro o no?
J: Mire señora, es mi deber decirle que en los libros con descuento no hay cambios ni devoluciones.
MD: Ay cabrón... no mames. Ni que fueran calzones!
J: ... además este libro está todo manoseado. Pero si quiere puede ud. pasar, buscar el libro y leer las 13 páginas que le faltaron.
MD: ¿Y eso de qué me sirve?
J: Ahhh, ¿no las quería leer?
MD: ¡Claro que las quería leer!
J: Pus ahí está.
MD: Bueno, dónde está el encargado de quejas.
J: Soy yo. ¿Tiene ud. alguna queja?
MD: En qué chingado mundo vive ud.? Quién es su gerente?
J: Ya salió seño, los jefes salen temprano siempre.
MD: Mmmta....
J: Si, ¿qué cabrones no?
MD: Sí, así son todos.
J: De hecho es apenas mi cuarto día. Pero mi jefe, que en realidad es jefa, tenía que ir por su bebé a la guardería y me dejó encargado... la muy pendeja.
MD: Joven, no sea malo. Entienda a su jefa.
J: Entiéndame ud. a mí.
MD: ¡¡¡Entiéndame ud. a mí!!!
J: ¿Y yo por qué?
MD: ¿Nunca ha comprado ud. algo defectuoso, que necesite un cambio?
J: Si.
MD: Pus ahí está... compréndame!
J: ... quise cambiar una televisión que compré y no me la cambiaron. Y me trataron mal. Y me enojé y la aventé y salí furioso del pinche Liverpool.

... La señora avienta el libro y sale furiosa.

Tuesday, September 19, 2006

Empleos apasionantes III

No acabo de entender cuál es el trabajo de esos pequeños hombrecillos color cafe .

Su peculiar atuendo no termina de ser ni ranchero (por las botas) ni deportivo (por el silbato) ni rebelde (por la moto y la cadena), pero -eso sí- atemorizan cual rebeldes, reciben mentadas cual árbitros de futbol y dirigen ganado cual rancheros.

No está claro si aparecen para resolver un problema de tránsito o para provocarlo. Es imposible determinar si fueron ellos o nosotros quienes llegamos tarde. Pero algo es contundente, su presencia implica perder una buena cantidad de tiempo detenido en el tránsito.

El trabajo no parece ser muy complicado, basta con ponerse un uniforme aburrido, silbar continuamente, aletear y abanicar sin gran coordinación. Prestar oídos sordos y estar atento a cualquier chispazo de racionalidad para apagar el fuego.

No tengo tantas ganas de escribir, pero este blog lleva un rato solo.