Friday, October 17, 2008

Willy Brandt


Una biografía que valdría la pena explorar es la de Willy Brandt, canciller de Alemania Occidental de 1969 a 1974, y premio Nobel de la Paz en 1971.

En 1970, en un viaje a Polonia, se puso de rodillas ante el monumento a las víctimas del levantamiento en el gueto de Varsovia. Un acto de conciliación entre dos naciones, pasado el evento más atroz del siglo.
Aquí su promesa ante dicho monumento:

"No action of mine will be so cruel that a future leader will need to fall on his knees in shame for the history of his countrymen. I will not give consent to injustice, or inhumanities by staying silently by and looking the other way. This pledge I take to all humanity, and to all that is sacred to me.

With this pledge I make my knee fall to ask forgiveness for the atrocities done in my name, or by me. History will not be repeated through my actions, or my silence. The buck stops here. Let Us bridge the gap."

Después participó también en la elaboración de un reporte sobre desarrollo y en la negociación para la liberación de rehenes en Iraq.

Su plegaria/promesa me pone a pensar en la "representación" de los gobernantes. Es decir, sabemos que el gobierno emana de la representación popular, o sea que actúan en nuestro nombre. Nunca había reparado en el hecho de que el gobierno actúa en mi nombre. Hoy que lo hago, me siento avergonzado.

¿Ante quien debo arrodillarme para pedir disculpas por las omisiones de nuestros gobiernos?

Monday, October 13, 2008

Paciencia, me piden

Y es justo lo que no tengo.

Friday, October 10, 2008

Más de hueva, del 68

Esto es un extracto de lo que quería que se dijera... y ya no se dijo.

"El ‘68 fue mucho más que el 2 de octubre. Fue un año que deslumbró al mundo y tomó desprevenidas las estructuras políticas y sociales del momento. Fue un año en que se forjó un espíritu de renovación, encarnado en una juventud dispuesta no sólo a soñar, sino a volver sus sueños realidad. A dar la cara y enfrentar las consecuencias de sus ideales.

Los sucesos que ocurrieron en Francia, Praga, Estados Unidos y otras partes del mundo, incluido nuestro país, fueron reflejo de ese espíritu. Desde distintos frentes, las luchas por la paz, por la igualdad racial, la libertad de expresión y la justicia, representaron a una sociedad dispuesta a levantar la voz, a exigir, a no conformarse.

En México, el ‘68 se vislumbraba prometedor para nuestro país al ser la primera nación latinoamericana en organizar unos Juegos Olímpicos. Desafortunadamente, hoy, no lo recordamos como un año de fiesta. En cambio, nos remite a escenas de violencia, tristeza e indignación.

Pasados 40 años, estamos obligados a repensar y reflexionar, no sólo sobre lo acontecido en ese año, sino sobre sus consecuencias. Sobre la relación entre el gobierno y los ciudadanos. Sobre la participación de la sociedad en las decisiones del gobierno. Sobre nuestra identidad nacional. Sobre la rendición de cuentas.

La memoria del ‘68 nos obliga a retomar un debate sobre el país que fuimos, sobre el país que somos y el que deseamos ser."

Thursday, October 09, 2008

Sobre el transporte público

Otra cosa sumamente hipócrita que encuentro en mis allegados es la percepción sobre el transporte público.

En nuestra ciudad, no conozco a nadie que prefiera el transporte público sobre la comodidad y el egoismo del automóvil.

Sin embargo, cuando salimos de México, a estudiar o de vacaciones, elogiamos los sistemas de transporte de otras ciudades. Nos parece cool viajar con desconocidos y hasta el mal olor nos produce curiosidad y no desprecio. No nos importa caminar 5 o 6 cuadras para llegar a nuestros destinos, y aunque neve o llueva esperamos pacientemente dentro de la colectividad.

No pretendo obviar el hecho de que nuestro sistema de transporte tiene fallas cruciales. La incomodidad, la imprecisión de los horarios, el mal trato de los choferes, la inseguridad y las homéricas distancias hacen de esta, no una opción sino una locura.

Sin embargo, estoy convencido de que, como ciudadanos, nos hemos olvidado de hacer de nuestros servicios públicos algo mejor. En cuanto tenemos el poder adquisitivo suficiente, decidimos privatizar nuestro transporte, a través del automóvil. Decidimos que no vale la pena hablar a locatel y reportar a un conductor, que más importa la comodidad que la contaminación que generamos. Olvidamos que, a fin de cuentas, el tráfico también es un problema de acción colectiva.

Por eso, a partir de hoy, aunque sea de martes a viernes optaré por no conformarme. Y reportaré a todo conductor imbécil. Y haré un esfuerzo por no tomar mi cartera cuando esté apretujado. Y el mío, será un auto menos contaminando, provocando tráfico y olvidando que nos corresponde a todos hacer algo, aunque sea insignificante y no se note.

Y sé que a nadie le importa, más que a mí. Pero en este blog soy Dios. Y aquí se publica lo que Dios quiere.

Tuesday, October 07, 2008

Ya se que doy hueva

Leo una entrevista de Slajov Zizek transcrita en el blog de la redacción de Letras Libres.

Este hombre, como ya sabemos, es demasiado elaborado para una mente puberta como la mía. Pero dice algo que retumba en mi mente desde hace bastante tiempo.

Dice, en referencia al 68, en Praga:

"¿y si la intervención soviética fue una bendición disfrazada? ¿Acaso no nos permitió salvar el mito de que, sin la intervención de los soviéticos, hubiera florecido un auténtico socialismo democrático?"

y al 89, en Tiananmen:

"Imaginemos que los comunistas en el poder ceden a las demandas de los manifestantes. Es algo muy triste, pero si los manifestantes de Tiananmen hubieran tenido éxito, si el Partido Comunista permite reformas verdaderamente democráticas y demás, probablemente hubiera sido un caos en China. No, no estoy diciendo que hay que optar por las dictaduras ni que la mano dura sea la única solución. Sólo digo que nos dejemos de ilusiones reconfortantes."

y continúa, sobre la izquierda, en general:

"Creo que hoy en día la izquierda, con demasiada frecuencia, cae en ese juego. Creo que por eso le gusta perder." ... "Es decir, y a esto es a lo que se refiere implícitamente el título de mi charla, a esa cómoda posición de resistencia: no te metas con el poder, ese es el lema de la izquierda contemporánea. No juegues el juego el poder, el poder corrompe. Resiste, resiste, retírate y resiste desde una cómoda posición moralista. Encuentro esto muy triste."

Y lo encuentro profundamente cierto. Y, como él, igualmente triste.

Me da la sensación de que la izquierda, en México y en todos lados, se regodea en una superioridad moral basada en el fracaso. Por eso sus grandes momentos se basan en lo que pudo ser y no en lo que fue. Por eso fue tan difícil para los grandes intelectuales de izquierda asumir que el socialismo real se había salido de esa utopía moral. Por eso, hoy en día, se subestima la tercera vía británica. Por eso, en México, el 68 tiene ese halo de quimera nostálgica que no termina de gustarme.

Desafortunadamente, encuentro eco de las palabras de Zizek en la alternativa por la que voté en 2006. No juegan ese juego de poder, porque el poder corrompe. Aquí, y en Praga, y en China, y en Roma. Hoy y hace 40 años, y hace 400. Porque la denuncia es más sencilla y en la resistencia no hay forma de perder. O se perdió porque el otro hizo trampa. O el mundo no estaba preparado para los cambios. O la política no nos merece porque somos demasiado pulcros para ella.

Thursday, October 02, 2008

2 de octubre de 2008

Pocas fechas del calendario me parecen tan hipócritas como el 2 de octubre.

Leo, en muchos de mis contactos de messenger, el tradicional: “no se olvida”; “no olvidamos”; “2 de octubre, no me olvido”; y demás perogrulladas que la conciencia y la corrección política impiden omitir.

Y no es necesario hacer statements en el nick de messenger para saber que la población no olvida. O más bien-por la edad de mis contactos-que no imaginamos o reconstruimos el 2 de octubre de 68. En la televisión, el radio, los diarios, nadie olvida. Aunque poc@s entendamos qué es lo que no podemos (debemos?) olvidar.

¿Será la represión? No creo, porque de esa hemos tenido más ejemplos, y de ninguno de ellos nos queremos acordar.

¿La movilización social? Tampoco, todos los días la veo y nadie pone en su nick: No olvidamos a los 400 pueblos, o a los maestros, o a-quien-sea-que-marche. ¿La estudiantil? Tampoco, porque no hacemos alarde de 1986 y 1999.

A mí me gustaría imaginar el 68 como la capacidad juvenil de irrumpir en el escenario político. Como la capacidad de remover las entrañas de los pactos sociales que sustentan al país. Como la capacidad de disentir, de convencer, de convocar. Y eso es algo que a nadie nos gusta recordar. Empezando por mí, que prefiero ver televisión antes que asistir a la junta vecinal para mejorar mi propio edificio.

Hoy, todo son recuentos de represión. Sadismo culpable al mirar las fotografías de lo que fue. Imaginaciones y remembranzas colectivas de lo que pudo ser.

¿Será que el mejor legado del 68 fue la desazón? ¿La sensación de que no se puede hacer nada? ¿La idea de que más vale permanecer en casa que salir a la plaza? ¿La resignación mediocre a que otros hagan lo que a nosotros nos da hueva hacer?

En algún lugar, Susan Sontag dice que la memoria debe ir acompañada de la acción. Tal vez ni lo diga y yo me lo inventé, pero me gusta pensar que así es. Y a la acción no la veo por ningún lado.

Por eso, más nos valdría no recordar. O, por lo menos, no hacer tanto alarde de nuestra memoria. Una memoria hueca. Una memoria de voyeur. Que sólo se masturba al mirar por el cerrojo, pero no se atreve a entrar.