Thursday, December 14, 2006

Little Miss Sunshine

Imagine el despistado lector una familia en la que el padre es un “vendedor de éxito”; una especie de Miguel Ángel Cornejo amateur que lleva sus 9 puntos para alcanzar el éxito a cada área y persona de su vida. El abuelo es un auténtico renegado, adicto a la cocaína, recién expulsado de su asilo por mala conducta, cuyo único consejo es: “Cogerse a muchas mujeres. No sólo a una, a muchas, y mejor sin son adolescentes”. El hijo mayor, lector de Nietzsche, lleva 9 meses sin hablar. El tío, el mejor académico de los Estados Unidos, especialista en Proust, recién dejado por su novio y desbancado al segundo lugar nacional por el nuevo amante de su ex, llega a casa después de un intento fallido de suicidio. La madre, ordinaria y soñadora, como son las madres dedicadas al hogar. Finalmente, la hija menor –Olive-, una niña con aires de belleza que sólo su candidez e ingenuidad le hacen soñar con un premio nacional de belleza.

Ahora imagine a este cocktail de personajes con un solo fin en mente: llegar a tiempo a la competencia nacional de bellezas infantiles en California para que Olive pueda hacer el show que su abuelo le ha enseñado en secreto. El transporte: una van VW amarilla, que sólo arranca en tercera, con el claxon descompuesto y una puerta a medio caer.

El resultado, como no es difícil imaginar, es hilarante. Little Miss Sunshine es una de las mejores comedias del año. Es una comedia inteligente, crítica, coherente, sin aspiraciones moralinas ni sensiblerías cursis.

Al final, Little Miss Sunshine es una película que nos hace reírnos de la insatisfacción contemporánea, donde ni la belleza, ni las drogas, ni la ética del éxito, ni Nietzsche, ni los valores familiares, ni los libros llenan el vacío de nuestra generación. Esa es la gran virtud de la película, regodearse del desazón y la pesadumbre. Robar una sonrisa, en lugar de una lágrima.

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