Sunday, April 30, 2006

El arte de insultar

Últimamente me han llamado pesimista con gran regularidad. Lo soy y me gusta. Creo que el pesimismo es más útil y tiene muchos más frutos que el pensamiento de aquellos que creen que todo va bien, o que se conforman con las cosas como están, o que prefieren no pensar para no deprimirse (nuestro honorable Presidente incluido entre los últimos).

Hace algunos meses compré un libro de Arthur Schopenhauer titulado 'El arte de insultar'. Schopenhauer era un gran pesimista y hoy lo recordaron en un programa matutino de televisión. En dicho programa se discutió arduamente sobre las opiniones del autor sobre las mujeres, así que decidí reproducir algunas críticas, reprobaciones, amonestaciones e insultos del escritor pesimista sobre:

a) La felicidad

"En este mundo donde no existe estabilidad de ninguna clase, donde ningún estado es duradero, sino que todo se halla inmerso en un torbellino de incesantes cambios; en este mundo donde todo se apresura, todo vuela y se sostiene como sobre una cuerda floja, mediante continuos pasos y movimientos; en un mundo así, la felicidad no es ni siquiera pensable. No puede habitar allí donde no hay lugar más que para el 'constante devenir y nunca ser' de Platón. Nadie es feliz, sino que tiende durante toda su vida a una supuesta felicidad que rara vez alcanza, y cuando lo hace, es solo para experimentar un gran desengaño: por lo general, todos acabamos naufragando, y si llegamos a puerto es con la nave desarbolada."

"Las cabezas de la gente son un escenario demasiado miserable como para que la verdadera felicidad pudiera tener allí su sitio."

"Conseguir algo anhelado significa darse cuenta de que es vano."

b) Dios

"Lo que con más fuerza clama contra la tesis de que el mundo es la obra bien hecha de un ser omnisciente, bondadoso y a la vez omnipotente, es, por un lado, la miseria que rebosa, y por otro, la patente imperfección e incluso burlesca deformidad del más acabado de sus fenómenos, el hombre. En cambio, este y otros ejemplos están en consonancia con nuestra doctrina y servirán como pruebas de ella, puesto que concebimos el mundo como la obra de nuestra propia culpa y, por tanto, como algo que sería mejor que no existiese."

c) Las cabezas pequeñas

"Se puede decir que hay tres clases de autores. Primero, los que escriben sin pensar: escriben de memoria, basándose en reminiscencias o incluso copiando directamente de otros libros. Esta clase es la más numerosa. En segundo lugar, los autores que piensan mientras escriben: piensan para escribir, y son muy frecuentes. En tercer lugar, los que ya han pensado antes de escribir: escriben solo porque han pensado. Son muy escasos."

"Lo que realmente les falta a las inaguantables mentes cotidianas de las que el mundo está lleno hasta reventar son dos capacidades estrechamente emparentadas entre sí, a saber, la de juzgar y la de tener ideas propias. Pero ambas les faltan en un grado del que quien no se cuenta entre ellas no puede hacerse idea fácilmente, y por ello tampoco de la tristeza de su existencia, del fastidio sui, quo laborat omnis stultitia [repugnancia de sí misma que aflige toda necedad]. De ahí se explica (...) la suerte que corre lo auténtico y verdadero cuando aparece entre semejante gente. Toda literatura y pensamiento reales son en cierto modo un intento de ponerle a gente pequeña una cabeza grande: nada tiene de particular que semejante empeño difícilmente salga bien."

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