Algunos libros clásicos se venden en ediciones comentadas. Un ejemplo es la edición de El Príncipe de Maquiavelo comentada por Napoleón Bonaparte. Dicen los que presumen de saber que el libro era una relectura constante del emperador y que sus comentarios han sido recuperados para tales ediciones.
Hay mucha gente que escribe en los libros. Los comentan. Hace poco leí un artículo de Luigi Amara sobre los libros de segunda mano y sus estimadas notas in situ, como susurros. Personalmente, detesto los libros comentados, o subrayados, o con café. A diferencia de Amara, los libros me gustan limpios, sin dobleces o notas irrelevantes.
Al igual que en las películas: me gusta el silencio, la obscuridad, no las interrupciones. Pero, a diferencia de los libros, los comentarios son inevitables. Supongo que es como una mala jugada del destino o una conspiración en mi contra o un compló. Siempre que voy al cine, hay una persona lo suficientemente cerca como para escuchar sus murmullos.
Con el tiempo he aprendido a ser tolerante con un tipo de comentarios. Debido a que el cine que más frecuento ha sido considerado un 'cine de viejitos', la falta de audición en algunos espectadores es más que obvia. La sordera tiene un efecto doble en tales personas. Por un lado, evita que escuchen los diálogos de la película. Por otro, provoca que lo que para el sordo es un susurro, sea un grito para todos los demás.
Tal característica los lleva (especialmente a los hombres) a preguntar con frecuencia a la dama que los acompaña: "¿Qué dijo?" o "¿Y esa quién es?". Ante lo cual, la dama responde con la explicación en un volumen intencionalmente alto (porque sabe lo inútil de los susurros frente a su compañero). Insisto: ahora los tolero, no sé si lo hago por empatía, por lástima o por simple costumbre, pero lo hago. Y al escucharlos sonrío a la dama que me sirve de cómplice.
Sin embargo, hay un tipo de comentario que no tolero aún. Este proviene, generalmente, del perspicaz y sesudo espectador. El que, justo antes de que se resuelva el crimen, dice lo obvio. Lo que llevamos una hora y media esperando que suceda sentados junto, detrás, o delante de él. El que a media película dice (también para que todos lo escuchen): 'ése es el asesino' o 'le está poniendo el cuerno'.
Ayer encontré un nuevo tipo de comentario que tampoco tolero. El del grupo de amigos que babea y zizea cuando aparece Scarlett Johansson. Los susurros: 'sabrosa' o '¿y no querías venir?, güey' son, por mucho, peores que la sordera senil.
Tal vez tengan razón quienes dicen que soy un anciano en cuerpo de niño... y por eso pertenezco a Casa de Arte.
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1 comment:
lo peor de las salas de cine, por mucho, son los pubertos.
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